Y ahora te toca elegir la mejor canción balear de 2024

Hay voces que emocionan porque intensifican todo lo que cantan. Aquello de «no es solo lo que canta, es cómo lo canta». Hay canciones cuya melodía es la paz y es la guerra, porque te desarman y te conquistan, y no puedes hacer nada contra ello. Hay dulzura que duele como hay belleza que quema, comulgando con la idea de que lo que hierve no se tapa. Y luego, más allá y por encima de todo ello, está Mar Grimalt.

De nuevo diccionarios: si buscas en uno la palabra «genio», te pone Joan Vila. Sus capacidades exuberantes generan composiciones únicas, porque su lenguaje musical es universal, en el sentido de que cada canción es un universo. Maestro de la melodía, el arreglo, la ejecución y la interpretación, es una de las figuras recientes que con solo dos discos ya ha generado devoción y que arrastres a tus amistades a escucharle y a verle en directo.

A modo de eslogan instagramero: ‘Vive la experiencia Pitxorines’. Únicas en forma y fondo, excepcionales como formación y ya inimitables en su aproximación a la música, sea nostra o suya. Su vestimenta musical popular sabiamente interpretada y también reinterpretada, las ha hecho más populares que casi nadie.

Club y callejón, ciudad y extrarradio, sofisticados y mundanos, energía y resaca. Por tanto, reales y creíbles. Single-ejemplo canónico de su recetario de canciones, que te hacen sentirte único porque escriben sobre lo que le pasa a todo el mundo, sean las seis de la tarde o las seis de la mañana. Si tienes sensaciones eléctricas tanto como vacíos atómicos búscalos en canciones de Komodo García porque están ahí.

Los sitios de siempre son donde están las canciones de siempre y los grupos de siempre. Están ahí porque no fallaron antes, ni fallan ahora, ni fallarán jamás. Su rock&roll es infalible porque es tanto vieja escuela como sonido de actualidad. Ahí, justo ahí, es donde están Talleres Molina. Es para decirles: «seré mecánico por ti».

Vale. Ya lo hemos pillado: el peligro con Peligro! es que te pierdas una de sus canciones. Su música es la mejor traducción posible de la furia lúcida. «Calle Plata» merece el oro porque vuelve a ser una hostia de punk rock clarividente. Y con este trío siempre hay más: sus letras son de las que te hacen decir: «Eso es exactamente lo que estaba pensando».

Tenía que estar en la lista porque es también candidata a mejor canción del siglo. La reconversión de Maria Jaume del folk extraordinario a los sonidos urbanos contemporáneos ha sido no solo consecuente sino fascinante. Tanto que es incluso injusto destacar esta canción por encima de cualquiera otra del álbum, así es este de soberbio.

Candidato a «el más en todo»: el más trabajador sobre un escenario, el de los videoclips más divertidos, el del pop más encantador, el que más llega y conecta con más generaciones, el que hace más y tiene más colaboraciones porque todo lo que toca lo enriquece. Xanguito es la melancolía y la emoción, como es el jolgorio y la fiesta. Xanguito es Mallorca.

Es para preguntarse cuántos talentos más tiene Clara Ingold, la cantante, compositora, actriz, dramaturga, monologuista y etcétera, porque son tantos y es tan excelente en todos que fijo que tiene que haber aún más. Para su vertiente en banda se hace acompañar de unos superhéroes de la música tan mayúsculos que hasta te tocan con propiedad máxima un narcocorrido foraviler.

Ningún diccionario de sinónimos contiene suficientes analogías de los términos «talento» o «categoría» como para abarcar a Maika Makovski. Su carrera de ya dos décadas es una biblia de rock contemporáneo capaz de hablar veinticinco lenguas, un portento de personalidad única en esta isla, este país y este continente. Ha vuelto con esta canción fascinante y con un disco extraordinario en formas y contenidos.

Una de las características de la música que evidencia virtud es cuando dices no solo «quiero bailar con la música de estos tíos», sino también «quiero irme de marcha con estos tíos». Elegancia y sofisticación concreta y real, futurismo y feeling retro a partes iguales, pop cibernético y adrenalina analógica.

Siempre es el momento perfecto para escuchar a Luis Alberto Segura. Uno de los talentos más grandes de este país en hacer algo muy concreto: canciones. Dice que se ha reinventado, pero es quien le escucha quien se ve obligado a inventar nuevas maneras de definir su talento. Con su música los momentos son siempre perfectos porque siempre son canciones perfectas.

Hedonismo elegante y vieja escuela desde la óptica del hoy. Pop rock contemporáneo de sonido añejo porque nace de tímpanos pegados a vinilos. Hay que saber mucho de música para hacer canciones que parecen sencillas pero que realmente son redondas, impecables. Intensidad vestida tanto de esmoquin como con tejanos.

Uno de los retornos más demandados por quien se haya empeñado en aprovechar la vida escuchando música excepcional. Si el primer álbum maravilló, el segundo colma y desborda. Porque además se abre con una canción como esta, que divide las veces que la escuchas en dos grupos: en cuántas te conmociona (casi todas) y en cuántas deriva en casi llanto (la mayoría).

¿Existe el rock mallorquín? Ni idea, pero existen Ritual Nepal: sencillos como el punk, complejos como el rock. Cuentan y cantan rebién cómo es el paso desde las sombras hasta la felicidad, y vuelta a empezar, para entender que no existen ni las unas ni la otra. En esta canción y en su primer álbum explican cómo hay que entender el rock hoy día: como siempre para que signifique algo nuevo.

En 1987 el pop de La Granja se subió a una tabla de surf y a un DeLorean para sonar soleado y tristón durante seis discos, veinte años después ni la tabla se agrietó ni el coche gripó. La melodiosidad marca de la casa volvió este año con esta canción abriendo un EP de cuatro temas. Vuelve a ser verano según La Granja.

Si hay que hablar de erupciones fulgurantes hay que hablar de Fades. Nacidas para comerse los mundos, llegaron con tanta personalidad y apuntan a tanta personalidad que merecen peregrinación a sus conciertos. Inteligencia lasciva en forma de pop electrobarroco, su mayor triunfo es que si aún no has bailado con Fades, lo harás.

Volvió el magisterio. Además poderoso, casi incontenible, en larga duración doble. Abre esta canción, con uno de sus sellos habituales: la majestuosidad, ayer añorada y hoy de nuevo ovacionada. No es cierto que haya dos escuelas, la de antes y la de ahora, sino tres: entre ambas reina y ambas conecta la escuela de La Búsqueda.